El dato de junio es negativo en u$s155 millones, primer déficit en 18 meses, aun con precios agrícolas récord. Al sojero sólo le queda 30% de la cotización
A esta altura le debe resultar difícil a Silvina Batakis seguir sosteniendo la principal definición que adoptó desde que asumió como ministra de Economía: que se siente «cómoda» con el actual tipo de cambio. Por si faltaban pruebas de que el país no comparte esa sensación, hoy la situación del dólar blue se transformó en crisis política y, además, se confirmó la peor sospecha sobre el comercio exterior: con todos los precios a favor de Argentina, se cayó en el déficit de la balanza comercial.
No resultó sorpresivo el elevado número de importaciones, porque el propio Gobierno había dejado trascender que se trataría de un nuevo récord, motorizado por la compra de gas y otros combustibles, que ya representa el 23% del total, cuando hace un año ese rubro apenas representaba un 9,5%.
En cambio, lo que sí sorprendió fue que el saldo resultara deficitario, una situación que no ocurría desde hacía 18 meses y que, para colmo, ocurre en un contexto global en el que los productos agrícolas que vende Argentina gozan de un boom de cotizaciones.
Con este rojo de u$s115 millones, ya se hace muy difícil el cumplimiento de la proyección que el Gobierno había hecho para este año, cuando se planteaba obtener un saldo parecido, cuando habían quedado a favor u$s14.000 millones.
Pero en el acumulado de seis meses apenas se logró un resultado de u$s3.093 millones, algo que llama la atención porque implica un desplome de 54% respecto del saldo que se registraba a esta misma altura del año pasado.
Fue a mediados de junio que llegó Daniel Scioli para tomar la posta del ministerio de Desarrollo Productivo y, en coordinación con el Banco Central, se propuso topear las importaciones para quebrar la tendencia. De todas formas, hay señales desalentadoras en ese sentido, como por ejemplo el gran remanente de soja que permanece en las silobolsas sin vender.
La ministra Silvina Batakis, en plena presión del mercado por una devaluación, debe revertir una situación de déficit de la balanza comercial
Las 29 millones de toneladas de grano que están guardadas representan unos u$s14.000 millones, según la estimación realizada por la propia Cámara de la Industria Aceitera.
«Hay una situación bastante preocupante en el término del ritmo de venta de soja. Estamos en uno de los ritmos más bajos de los últimos 20 años y hasta menor al 2008 cuando fue la crisis de la 125″, dijo Gustavo Idígoras, presidente de Ciara.
Y en una jornada caliente, en la que el dólar paralelo tocó el nivel de $318, el dirigente de la cámara exportadora puso el dedo en la llaga: «Nadie sabe cuánto va a valer el dólar y a qué precio van a pagar los insumos los productores cuando tengan que vender soja para comprar sus insumos para la próxima siembra, y por lo tanto el ritmo de venta de los productores a los exportadores está muy reducido», dijo, a modo de explicación sobre por qué no están entrando más dólares de exportación agrícola.
Para ilustrar la situación, dejó el dato de que ingresaron solamente 2.500 camiones, cuando deberían haber entrado más de 4.500. Y con el dato agravante de que la mayor parte del movimiento corresponde a maíz, cuando en esta época del año debería estar liderado por la soja.
Medidas en estudio y productores que reciben 30%
Esta situación exacerbó las versiones sobre medidas en estudio para estimular -o forzar, llegado el caso- a los productores que se encuentran a la defensiva y con los granos en las silobolsas.
Se habla de una «ventana fiscal», que supondría un alivio tributario temporario para beneficiar a quienes vendan ahora. Esta medida es impulsada por el ministro de Agricultura, Julián Domínguez, que es contrario a adoptar la actitud beligerante para con el campo que se reclama desde el kirchnerismo.
De hecho, esa medida choca contra la propuesta de suba de las retenciones que se plantea desde que a comienzos de año la guerra de Ucrania puso a los commodites agrícolas en valores récord.
Pero, sobre todo, el ensanchamiento de la brecha cambiaria llevó a que alternativas que antes eran rechazadas de plano pasaran a formar parte de la discusión, como la posibilidad de un nuevo desdoblamiento cambiario, para que los productores puedan liquidar a un precio más conveniente.
Esa solución debería pasar la difícil instancia de una aprobación en la interna de la coalición gobernante. Pero desde ya que sería aceptada por los productores, cuya principal queja es que el verdadero precio que queda en sus bolsillos, después de las retenciones y de vender los dólares al tipo de cambio oficial es apenas una fracción del precio internacional.
Hablando en números, el precio que le queda al productor, al precio de hoy, es de u$s164, es decir apenas un 30% de los u$s550 a los que cotiza la soja en las pantallas del mercado de Chicago. Y ese porcentaje viene en tendencia descendente a medida que se hace más amplia la brecha entre el tipo de cambio oficial y el paralelo.
La protesta de los productores sojeros pone su foco en que sólo reciben un 30% del precio del mercado internacional
Del «tres a uno» al «diez a uno»
El informe de INDEC dejó más datos preocupantes. Como, por ejemplo, que las exportaciones muestran una suba respecto del año pasado únicamente gracias al aumento de 20,7% de precios, porque si se las mide en cantidades, se registró una caída de 0,4%.
En contraste, las importaciones -que insumieron un 44,6% más de dólares que hace un año- subieron por ambos motivos. Es cierto que hubo un incremento de precios -de 26,4%- en el marco de mayores costos energéticos, pero también se produjo una variación positiva en las cantidades compradas -de 14,6%-.
Los economistas debaten sobre si esa variación justifica que se hable de «festival de importaciones», como lo definió Cristina Kirchner, o si se trata de un aumento normal.
Lo cierto es que la situación actual contradice rotundamente las previsiones que a inicios de año había hecho el presidente del Banco Central, Miguel Pesce, quien decía que el 2021 había sido un año raro, porque mientras la economía creció 10%, las importaciones saltaron un 50%, algo que no se justificaba por las necesidades comerciales ni productivas, y que había sido provocada por una actitud especulativa. Pero se mostraba confiado en que, este año, ese fenómeno se revertiría, de forma que el crecimiento importador fuera menor.
De hecho, creía que este año se rompería la regla del «tres a uno», esa relación histórica que implica que, por cada dólar que crezca el PBI, las importaciones deben hacerlo en tres dólares. Por eso, se mostraba tranquilo respecto de que un alto crecimiento del PBI -el cálculo oficial es de un 4,5% este año- no debía hacer suponer en una variación de 13%, como ocurriría en un año normal, sino que daría una cifra mucho menor.
Sin embargo, la realidad marca que está ocurriendo todo lo contrario: mientras los economistas tienen dudas sobre el crecimiento del PBI y revisan sus proyecciones a la baja – será de 3,2% según los participantes de la encuesta REM del Banco Central-, las importaciones pisan el acelerador.
El dato de junio revela que están creciendo a un impactante 44% interanual. En otras palabras 10 puntos de importaciones por cada punto de crecimiento del PBI, suponiendo que efectivamente se pudiera cumplir con el pronóstico oficial de crecimiento.
¿Una tijera de 35% sobre la importación?
La situación puede ser todavía peor en los meses venideros, porque en el mercado internacional se está observando una tendencia a la baja en los precios agrícolas. De hecho, la soja ya bajó u$s100, lo que representa un 15% respecto de su valor máximo de u$s650 alcanzado hace apenas dos meses.
Esto diluye el optimismo que en su momento había mostrado el renunciado Martín Guzmán y su equipo. El argumento del ex ministro es que las bajas liquidaciones de la exportación agrícola no eran un motivo de preocupación, porque lo que no se vendiera ahora ya ingresaría en el segundo semestre.
Con importaciones subiendo al doble de la velocidad que las exportaciones, el Gobierno se ve en la necesidad de un recorte de 35% para alcanzar su meta de un superávit comercial holgado
Con importaciones subiendo al doble de la velocidad que las exportaciones, el Gobierno se ve en la necesidad de un recorte de 35% para alcanzar su meta de un superávit comercial holgado
De hecho, hoy las proyecciones de exportación están siendo revisadas a la baja, y el optimista pronóstico de ventas por u$s87.000 millones empieza a lucir sobredimensionado. En todo caso, lo que queda en evidencia es que si el Gobierno quiere terminar el año con un superávit comercial holgado de al menos u$s10.000 millones, tendrá que efectuar un recorte drástico en el nivel de importaciones.
Hablando en números, suponiendo que en el segundo semestre ingresen unos u$s40.000 millones adicionales por exportaciones, las importaciones no deberían superar los u$s33.000 millones, lo que supone un promedio mensual de u$s5.500 millones. Es decir, se necesitaría cortar nada menos que un 35% el nivel actual de importaciones, que en junio tocó su la cifra récord de u$s8.547 millones.
El Gobierno apuesta a que la situación se normalizará a partir de octubre, cuando el fin de las temperaturas invernales lleve a una caída en el monto de las importaciones energéticas.
Pero claro, hasta octubre faltan dos meses y medio, lo cual es una eternidad en la Argentina de hoy, que está al borde de la devaluación y la escalada inflacionaria descontrolada.
De momento, los funcionarios intentan aplicar la tijera para las importaciones, en una búsqueda de operaciones de sobrefacturación, como los casos que se han detectado de triangulaciones.
Pero la duda es si, a esta altura, esas medidas son suficientes para revertir la situación crítica de la escasez de divisas, que acaba de encontrar su manifestación más patente con un déficit comercial. Y las señales sobre una corrección cambiaria se siguen acumulando: el mismo día que se conoció el dato de la balanza comercial, el Banco Central tuvo que vender u$s40 millones, después de una jornada donde ya había vendido u$s120 millones.
Y, todo eso, con el termómetro de rumores marcando máximos históricos. Un mix de motivos suficiente como para que la ministra Batakis se deba estar cuestionando qué tan cómoda se siente con el tipo de cambio oficial.
Fuente: iProfesional