El nuevo ministro dará certezas de que se cumplirá el acuerdo con el FMI. Nuevos viajes al exterior y negociaciones con sectores productivos
Hoy, cuando finalmente Alberto Fernández le tome juramento a Sergio Massa, se iniciará un nuevo tiempo para la golpeada economía argentina, en medio de una corrida cambiaria y una crisis política en el oficialismo que agravó el cuadro en las últimas semanas. Justamente, Massa terminó ungido como «superministro» de Economía, en una movida que se interpreta como la «bala de plata» que tiene el Gobierno para cambiar las expectativas y evitar la explosión.
La sensación de crisis terminal fue leída por los protagonistas de la coalición gobernante: Cristina Kirchner, finalmente, le hizo espacio al tigrense y le dio su respaldo político, algo clave para que la nueva gestión aspire a frenar la corrida.
El escenario incluye, en la práctica, un corrimiento de Alberto Fernández, que se quedó sin funcionarios de confianza en lugares preponderantes de la gestión. Acaso, el único sea Miguel Pesce, en el Banco Central, pero que ahora tendrá como vicepresidente a Lisandro Cleri, un hombre puesto allí por el nuevo ministro.
Massa jurará con el respaldo político que no tuvieron ni Martín Guzmán ni Silvina Batakis para aplicar el ajuste fiscal que figura en el acuerdo con el Fondo Monetario. Algo necesario de hacer, en el intento por aplacar la crisis cambiaria que provocó un pronunciado salto inflacionario y faltantes de mercadería en distintos sectores.
La promesa del ahora exdiputado será que intentará sostener el crecimiento de la actividad económica, una proyección que entró en crisis a partir de la corrida cambiaria y el salto de los dólares alternativos. Esa definición de Massa a su equipo de colaboradores dejaría de lado la posibilidad de una devaluación en el mercado oficial. La decisión se habría tomado, en principio, con el objetivo de no empeorar la dinámica inflacionaria. Julio terminó con una inflación cercana (e incluso superior) al 8%, mientras que este mes de agosto también correría en un escalón parecido.
Massa gana la centralidad de un Gobierno que busca generar una renovación de expectativas.
El «superministro» Massa: expectativa versus realidad Massa llegará desde hoy al Palacio de Hacienda con la idea de plasmar en los hechos el ordenamiento de las cuentas públicas anunciado hace un par de semanas por su predecesora en el cargo, Batakis.
Básicamente, contemplará el esquema de «cuenta única» en el Estado para manejar los gastos de la administración nacional. Se trata de centralizar el manejo de los fondos de todos los organismos del sector público.
Según dijo Batakis pocas semanas atrás, esta decisión implicaría un ahorro de unos $600.000 millones. A lo que habría que añadir la idea de evitar que las dependencias que subejecutaron su presupuesto en la primera parte del año puedan recuperar la carrera durante el segundo semestre.
El tercer renglón tiene que ver con las tarifas de luz y gas. Todavía no están los números finales porque el registro para pedir los subsidios se mantiene abierto, pero seguramente la cantidad de usuarios que empezará a abonar la tarifa plena excederá con holgura el 10% del total que se había anunciado hace algunas semanas.
Buena de la contención fiscal vendrá por este lado, aunque no podrá hablarse de ahorro por el fuerte salto que registraron los costos de la energía este año, a partir de la guerra en Ucrania.
Massa deberá avanzar en la concreción del ajuste que anunció Batakis semanas atrás.
En busca de dólares para el Banco Central
Además de la señal fiscal, que Massa cree necesaria para mejorar las expectativas, habrá medidas para tratar de acercar divisas a las reservas del Banco Central.
iProfesional ya publicó que habría incentivos para distintos sectores exportadores, con el objetivo de acelerar la liquidación de billetes verdes. No solamente para el campo sino también para otros rubros, como la minería y la industria.
Para tener éxito, se abriría una negociación con el sector agroexportador. Una posibilidad que en su momento también gestionó Guzmán.
Lo dicho más arriba: la posibilidad de un salto discrecional del tipo de cambio oficial habría quedado al margen, al menos por ahora. Va en contra de la propuesta de quitarle presión inflacionaria a la economía.
El nuevo equipo cree que puede sostener esa idea. Siempre y cuando el Banco Central pueda cambiar la dinámica de las reservas. El BCRA vendió unos u$s1.000 millones durante julio. Y arrancó agosto, con ventas por unos 300 millones de dólares en los primeros dos días de la semana.
El BCRA arrancó agosto fuerte
El BCRA arrancó agosto fuertes ventas de dólares.
La otra chance que se explorará refiere a conseguir préstamos de parte de bancos internacionales, a través de «repo». Esa operación necesita de la cesión de garantías, que podrían ser los propios títulos de deuda que emite el Tesoro nacional. La limitación es que el mercado requiere que la Argentina ponga entre tres y cinco veces la cantidad de garantía que el monto que se consiga.
De acuerdo a agencias internacionales, habría un par de bancos extranjeros dispuestos a dar fondos frescos. Sumarían no más de u$s2.000 a u$s2.500 millones, un monto exiguo para el problema de la Argentina.
Massa irá personalmente a «vender» su gestión: saldrá de gira por Washington, Wall Street y París. Sumaría a ese viaje a la propia Batakis, quien pasó por Estados Unidos pocas horas antes de despedirse de la gestión.
La inflación, bajo la lupa
Dar vuelta la inercia inflacionaria no será nada fácil. En un contexto de corrida cambiaria, la presión sobre los precios y el riesgo de una espiralización se convirtió en un verdadero dolor de cabeza para todos.
La primera medida para atacar de raíz la cuestión inflacionaria se tomó la semana pasada: primero Economía y después el Banco Central, decidieron sendas alzas de las tasas de interés, con el objetivo de dejarlas en línea con la expectativa inflacionaria. Para tener en cuenta: la tasa efectiva anual convalidada por el Tesoro fue del 97%. Nada menos.
Fuente: Iprofesional